La historia ya la conocemos: la mayoría no encontró oro. Los que realmente se enriquecieron fueron otros —los que vendían picos, palas, lonas y pantalones vaqueros a los buscadores—.
Un siglo y medio después, el patrón se repite. La inteligencia artificial es la nueva fiebre del oro, y los mineros —los que extraen el valor real— no son los que más ganan. La diferencia es que ahora el oro no brilla: se calcula, se entrena y se ejecuta en servidores que consumen más energía que países como Argentina o los Países Bajos, y que, si la tendencia continúa, en apenas tres años consumirán tanto como Alemania entera. (View Highlight)
Un mapa publicado por Bloomberg revela el corazón de esta nueva fiebre tecnológica: una red de alianzas cruzadas entre las mayores compañías del planeta, donde el dinero circula en círculo y cada transacción alimenta la siguiente.
En el centro está NVIDIA, el gigante de los chips que se ha convertido en la empresa más valiosa del mundo. Sus procesadores son el motor de la inteligencia artificial moderna. Sin ellos, ChatGPT, Copilot o Gemini simplemente no funcionarían. (View Highlight)
su lado, OpenAI, creadora de ChatGPT, ha pasado en apenas dos años de ser una fundación sin ánimo de lucro a una compañía valorada en 500.000 millones de dólares.
OpenAI no fabrica chips, compra millones de unidades a NVIDIA y necesita centros de datos masivos para entrenar y ejecutar sus modelos. Ahí entra Oracle, uno de los grandes proveedores mundiales de computación en la nube, que firmó un contrato de 300.000 millones de dólares para alojar parte de la infraestructura de OpenAI.
Oracle, a su vez, compra chips a NVIDIA para ampliar su red de servidores. Y NVIDIA, por su parte, acaba de anunciar que invertirá 100.000 millones de dólares en OpenAI para desarrollar conjuntamente la próxima generación de sistemas de IA. (View Highlight)
El circuito se amplía con AMD, el gran rival de NVIDIA, que también ha firmado un acuerdo con OpenAI para suministrarle procesadores y, a cambio, le ha ofrecido la opción de comprar hasta el 10 % de su capital.
Y también con CoreWeave, una joven empresa estadounidense que alquila potencia de computación a medida —una especie de Airbnb de servidores—, financiada por la propia NVIDIA y proveedora tanto de OpenAI como de Oracle.
El resultado es un ecosistema cerrado, donde todos están conectados con todos: los fabricantes invierten en sus clientes, los clientes compran a sus inversores y los proveedores se convierten en socios de quienes deberían ser sus compradores. Es, como describe Bloomberg, “AI-on-AI”, es decir, inteligencia artificial financiandointeligencia artificial. (View Highlight)
A primera vista, el modelo parece virtuoso: alianzas que aceleran la innovación, multiplican la capacidad de cómputo y alimentan el crecimiento del sector. Pero cada una de esas conexiones tiene un reverso: el dinero gira dentro del mismo circuito. Las empresas que se financian entre sí también se valoran mutuamente, y cada acuerdo eleva las cotizaciones de todas sin que haya todavía beneficios que lo respalden. (View Highlight)
Y así es como los grandes actores de la fiebre —NVIDIA, OpenAI, Palantir, AMD— aumentan sus valoraciones con cada ronda de inversión y operación cruzada. Mientras, existe otro universo, mucho menos visible, donde la inteligencia artificial se traduce en productividad, ahorro y eficiencia reales.
Es el terreno silencioso de las consultoras tecnológicas, las que integran la innovación en las tripas de la economía como bancos, fábricas, hospitales, redes eléctricas y administraciones públicas.
No cotizan con múltiplos desorbitados ni prometen doblar su valor en seis meses. Tampoco generan titulares, pero sí generan caja, empleo y productividad. Y, sin embargo, el mercado las está castigando. (View Highlight)
Solo Accenture, Capgemini e Infosys —las 3 mayores consultoras tecnológicas del mundo— han perdido en lo que va de 2025 más de 100.000 millones de dólares de capitalización bursátil —tanto como lo que vale el BBVA en bolsa—, y al mismo tiempo Palantir ha visto crecer su valor en 238.000 millones en el mismo periodo.
La paradoja es difícil de justificar: Palantir genera apenas 1.150 millones de dólares de caja, mientras que las 3 grandes consultoras superan juntas los 15.000 millones, 13 veces más. Sin embargo, el mercado paga por la promesa especulativa y descuenta el valor de quien hace el trabajo tangible. (View Highlight)
Qué está pasando? Muchos analistas insisten en que la inteligencia artificial acabará con las consultoras tecnológicas. Y, en parte, tienen razón: aquellas firmas que basan su negocio en tareas repetitivas, servicios estandarizados o conocimiento superficial —las que aportan poco valor diferencial al cliente— verán cómo la IA automatiza buena parte de su actividad. Pero esa es solo una cara del cambio, aunque pueda ser dramático en empleo en este tipo de consultoras y, sobre todo, en rentabilidad. (View Highlight)
La inteligencia artificial no elimina el papel de la consultoría, lo redefine. Las empresas que la sepan integrar en sus propios procesos y combinarla con el talento humano se convertirán en las verdaderas arquitectas de la productividad digital. Son ellas las que transformarán los algoritmos en ahorro, eficiencia y nuevas formas de creación de valor. (View Highlight)
Las consultoras más avanzadas solo pueden evolucionar hacia un modelo donde la tecnología amplifica la capacidad humana. En este nuevo ecosistema, no desaparecen los consultores: se convierten en los mineros de esta fiebre del oro digital, los que excavan entre datos y sistemas para hacer que la inteligencia artificial funcione en la economía real. (View Highlight)
Accenture es la mayor consultora tecnológica del mundo. No fabrica chips. Su papel es menos visible, pero decisivo: toma la tecnología —la nube, la inteligencia artificial, los datos— y la convierte en resultados concretos: ahorro, eficiencia y productividad en empresas reales.
En 2024 la compañía facturó 64.900 millones de dólares y obtuvo casi 7.000 millones de beneficio después de impuestos, con márgenes estables del 15%. Su flujo de caja superó los 9.000 millones, y su deuda es prácticamente nula. Es una de las empresas más rentables y sólidas del planeta. Cada dólar que reinvierte en su negocio obtiene una rentabilidad del 25 %, una cifra que pocas tecnológicas pueden igualar. (View Highlight)
La firma destina cada año 3.000 millones de dólares a inteligencia artificial y datos, 1.200 millones a investigación y desarrollo y 1.000 millones a formación, construyendo una organización de casi 800.000 empleados en más de 120 países, enfocados en un mismo propósito: hacer que la tecnología funcione en la práctica. (View Highlight)
Su modelo combina consultoría estratégica, integración tecnológica y operaciones inteligentes. No se limita a aconsejar: acompaña a las empresas desde la estrategia digital hasta la implantación y el mantenimiento. Por eso, 3 de cada 4 compañías del Fortune Global 100 (las mayores empresas de Estados Unidos) son clientes de Accenture. (View Highlight)
Lo mismo ocurre con Capgemini, uno de los grandes referentes europeos. Nacida en Francia hace más de medio siglo, se ha convertido en una de las consultoras tecnológicas más influyentes del mundo, con 360.000 empleados y operaciones en más de 100 países.
Su papel no es fabricar tecnología, sino algo más discreto y complejo: integrarla en los sistemas de las empresas y las administraciones para que funcione. (View Highlight)
En 2024, la compañía facturó 22.096 millones de euros, con un margen operativo del 13,3 % y un flujo de caja 2.000 millones. Mantiene una cartera de contratos de 24.000 millones, equivalente a más de un año de actividad asegurada.
Capgemini ha evolucionado hacia un modelo que combina consultoría, ingeniería e integración tecnológica. Su división centrada en la nube, los datos y la automatización ya representa más del 60 % de sus ingresos. (View Highlight)
En todos los casos, la inteligencia artificial no es el fin, sino el medio: la tecnología para crear productividad tangible. Y sin embargo el mercado no lo refleja. Desde 2023, Capgemini ha perdido 1 de cada 3 euros de valor en bolsa, más de 11.000 millones de euros evaporados, pese a mantener márgenes estables, una posición financiera sólida y un papel esencial en la economía digital europea. (View Highlight)
Globant nació en Buenos Aires en 2003, en plena crisis argentina, con una idea que parecía imposible: demostrar que desde el sur del mundo se podían exportar servicios tecnológicos de clase mundial.
Veintidós años después cotiza en Nueva York, emplea a más de 30.000 personas en 37 países y factura 2.415 millones de dólares anuales, con un margen operativo del 15 %. (View Highlight)
Su terreno es la aplicación práctica de la inteligencia artificial. Lo que vende es productividad y eficiencia. Con Autodesk desarrolla modelos que detectan riesgos de seguridad en obras antes de que ocurran; para la Metropolitan Police de Londres construyó una plataforma que redujo los tiempos de respuesta policial un 44 %; con Royal Caribbean crea experiencias digitales personalizadas para millones de pasajeros; y con Openbank (Santander) diseñó la primera banca 100 % digital basada en IA y analítica predictiva.
Su estrategia es clara: conectar creatividad, ingeniería e inteligencia artificial para generar valor real. Y, sin embargo, desde enero de 2025, Globant ha perdido 7 de cada 10 euros de valor bursátil, más de 6.000 millones de dólares evaporados, pese a seguir creciendo, generando caja y ampliando su base global de clientes. (View Highlight)
La paradoja es demasiado evidente como para ignorarla. El mercado premia la narrativa del futuro y castiga, casi con desgana, a quienes ya generan valor en el presente. Las empresas que construyen la infraestructura real de la revolución tecnológica —las que hacen que la inteligencia artificial funcione en bancos, fábricas u hospitales— pierden capitalización, mientras que las que venden promesas multiplican su valor sin todavía producir caja. (View Highlight)
Accenture, Capgemini e Infosys generan juntas más de 15.000 millones de dólares anuales de flujo de caja, pero su valor combinado en bolsa ronda los 243.000 millones de dólares, apenas 16 veces su capacidad de generar efectivo.
En cambio, Palantir, con apenas 1.150 millones de flujo de caja, alcanza una valoración de 430.000 millones, casi el doble que las tres juntas, y cotiza a más de 370 veces su caja. NVIDIA, por su parte, con 28.600 millones de flujo de caja operativo, se mueve en torno a 100 veces. (View Highlight)
En resumen: por cada dólar de caja real, el mercado paga menos de 20 dólares si proviene de la ejecución y más de 350 dólares si proviene de la promesa. Es como si los mineros que extraen el oro digital valieran menos que quienes venden los mapas del tesoro.
La gran pregunta no es de fe bursátil, sino de sentido común: ¿tiene lógica pagar más de 900 veceslos beneficios de Palantir por la promesa de lo que será, o unas 20 veces los de Accenture —y de otras consultoras que ya generan caja y productividad real— por la certeza de lo que hacen cada día? (View Highlight)
De momento, el mercado parece tener clara la respuesta: prefiere la promesa. Pero la historia rara vez ha sido indulgente con la fe frente a los hechos. Cada fiebre tiene su burbuja, su euforia y su ajuste. Y cuando la espuma baja, lo que queda siempre es lo mismo: las empresas que convierten los algoritmos en ahorro, los datos en eficiencia y la innovación en rentabilidad. (View Highlight)