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  • Este verano, Javier Ortiz Tudela se fue de viaje a Islandia. La experiencia fue memorable, pero al final de cada jornada acababa agotado y tenía muchísimo sueño. Cualquiera lo habría achacado al cansancio físico, pero este experto en neurociencia cognitiva de la Universidad de Granada (UGR) tenía una explicación alternativa: por primera vez en su vida estaba viendo géiseres, fumarolas, auroras boreales y cascadas gigantescas; así que su cerebro tenía que hacer un esfuerzo enorme para procesar toda esa información nueva, imposible de relacionar con recuerdos anteriores. (View Highlight)
  • Haciendo un símil con un ordenador, “es como si mi cerebro tuviera que hacer carpetas nuevas para almacenar todas esas cosas”, explica en declaraciones a El Confidencial, “era un cansancio cognitivo”. Si hubiera optado por hacer turismo en ciudades europeas también habría almacenado información nueva, pero el esfuerzo mental habría sido mucho menor, porque el tráfico, las tiendas y los monumentos que habría visto se parecerían mucho más a referencias ya conocidas y los habría agrupado junto a otros archivos similares. (View Highlight)
  • El proyecto analizará cómo trabaja el cerebro con lo que los expertos llaman información semántica contextual, es decir, “la que codifica el significado de las cosas en el mundo”. El investigador de la UGR suele explicar este concepto hablando de vacas. “Si te encuentras una en un prado mientras paseas por el campo, no te llama la atención, forma parte del paisaje”, comenta, “pero si vas conduciendo y la ves en medio de la carretera, estás ante una situación sorprendente que captura tu atención y tienes que reaccionar rápido para esquivarla”. La vaca es la misma, pero el contexto cambia completamente el procesamiento de la información por parte del cerebro y su respuesta. (View Highlight)
  • De hecho, para nuestro cerebro, un mismo objeto en diferentes situaciones puede ser completamente diferente. “Si te encuentras un perro suelto en la calle con una actitud agresiva mientras llevas un bocadillo en la mano, tu cerebro va a pensar en los dientes y las garras del animal, e incluso en los lugares hacia los que puedes huir si te llega a atacar; pero si ese mismo perro resulta que es tu mascota y le estás acariciando en el sofá, la representación cambia completamente, no pensarás en dientes y garras, sino en la suavidad de su pelo”, afirma el experto. (View Highlight)
  • Los investigadores van a analizar al detalle estas cuestiones, porque todo lo que tiene que ver con el procesamiento de información y su integración en el cerebro “tiene consecuencias directas en la atención y la memoria”. Sin embargo, el sistema no funciona exactamente como podríamos pensar. El hecho de que algo llame nuestra atención no quiere decir que después deje huella en nuestra memoria. “Sin duda, esa fue una de las cosas que más me sorprendió cuando empecé a hacer este tipo de experimentos”, asegura el investigador. “Yo estaba convencido de que prestar más atención siempre iba a conllevar tener más recuerdos de un hecho, pero hemos encontrado que es mucho más complicado que eso y que, de hecho, tiende a pasar lo contrario”, añade. (View Highlight)
  • Es decir, que recordaríamos mejor la vaca que hemos visto en el prado que la vaca que apareció en medio de la carretera y casi nos llevamos por delante. “Cuando la atención que prestas es sorpresiva o repentina acabas teniendo un recuerdo muy malo de ese episodio”, afirma. El motivo es que la información de contexto es clave para fijar la memoria. Si tenemos más referencias, es más fácil que encontremos el camino para recuperar un recuerdo. (View Highlight)
  • Entender esta diferencia tiene implicaciones para muchos contextos, como la enseñanza: captar la atención no equivale a fijar un aprendizaje. “Lo que nuestro cerebro hace todo el rato es intentar encontrar conexiones con cosas que ya sabíamos de antes”, destaca Ortiz Tudela. Por eso, cuando una información es completamente nueva, es necesario un esfuerzo extraordinario para crear una nueva red de conocimientos. De hecho, en los últimos años, los estudios están demostrando que este órgano “funciona como un todo”: aunque hay áreas que tienen un papel más relevante en determinadas funciones, tienen que estar conectadas con otras. (View Highlight)
  • En realidad, esa posible aplicación está muy relacionada con el campo de la ergonomía cognitiva, que diseña situaciones y objetos para optimizar las interacciones. “Uno de los ejemplos clásicos son los productos de Apple, que son muy intuitivos; aunque no hayas cogido nunca un iPhone, es fácil de usar porque está construido de tal manera que encaja muy bien con lo que espera encontrar tu cerebro”, apunta el experto. Lo mismo sucede con el salpicadero de un coche y otros muchos entornos en los que el diseño es fundamental. (View Highlight)
  • Este estudio también puede encontrar nuevas pistas para problemas como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). “Podemos estructurar la información de tal manera que la atención vaya hacia donde nosotros queremos o que se mantenga más tiempo”, asegura. Los educadores podrían adaptar su metodología para incluir más detalles o más información de contexto para intentar optimizar la tarea que tienen que hacer los estudiantes. “Si lo importante es trabajar la atención vamos a estructurar la información de una manera; y si vamos a trabajar la memoria, vamos a estructurarla de otra forma muy distinta”, asegura. (View Highlight)
  • Pensar en estos problemas lleva inevitablemente a plantearse preguntas sobre una de las grandes preocupaciones de nuestros días: ¿estamos perdiendo habilidades a la hora de concentrarnos, prestar atención durante tiempos prolongados y aprender cosas nuevas? “Lo que sabemos con seguridad es que nuestros cerebros son muy plásticos, es decir, que se adaptan muchísimo al ambiente en el que están”, afirma el experto. En los últimos 15 años estamos viviendo una “revolución digital” que nos ha sumergido en “un ambiente nuevo, en el que hay información por todas partes”. Sin embargo, “esto no quiere decir que nuestro cerebro esté sufriendo un entorno nocivo, sino que es distinto y se está adaptando; y, en los periodos de adaptación, se pierden cosas por el camino”. (View Highlight)
  • Si muchas personas están perdiendo la capacidad de leer un texto largo, es porque ya no lo hacen. “Si utilizas los nuevos dispositivos, pero, al mismo tiempo, sigues leyendo textos largos, tu cerebro se va a adaptar con relativa facilidad”, asegura Ortiz Tudela. De hecho, “si ya no lees libros, pero estabas acostumbrado a hacerlo y lo vuelves a intentar de forma constante, tu cerebro recuperará esa capacidad en menos de un mes”. (View Highlight)
  • Entonces, ¿resulta preocupante la relación de los jóvenes con las nuevas tecnologías? Lo cierto es que van a tener que manejarse en un mundo digital y, si en el futuro su entorno les exige concentrarse para leer textos largos, probablemente también se adaptarán. “En los periodos de cambio, como el que vivimos ahora, tenemos un problema de desajuste con respecto a las metodologías, las aptitudes y la crianza”, opina. Es decir, que “tenemos una manera de valorar las cosas que pertenece a una determinada era, pero ya estamos viviendo en la siguiente”. De alguna manera, “somos viajeros temporales”. (View Highlight)